Para Rosa María Baños, catedrática de psicopatología de la Universidad de Valencia y consejera de la Fundación Gadea por la Ciencia, “el confinamiento tendrá efectos psicológicos sobre cualquier ser humano por el mero hecho de restringir sus movimientos o desplazamientos, porque sencillamente no estamos programados para estar en espacios cerrados”. Además, conviene tener en cuenta que, “la situación presenta algunos agravantes. El nuevo escenario está motivado por un contexto de peligro externo que añade mucho más estrés y, por otro lado, hemos perdido el contacto con ciertos marcadores de tiempo que nos ayudan a determinar nuestros biorritmos y a estabilizar el estado de ánimo, como la luz natural o el contacto con la naturaleza. Todo ello conduce a respuestas emocionales de miedo, ansiedad y preocupación que, al prolongarse en el tiempo, nos llevarán a estados de ánimo muy inestables, en los que todo se intensifica y se produce la conocida como variabilidad emocional”.
Sin embargo, “aunque la situación tendrá un efecto negativo, no es incompatible con el desarrollo de ciertos efectos positivos. El ser humano tiene una gran capacidad de adaptación y lo hemos demostrado a lo largo de la historia. Más allá de las variaciones emocionales o los problemas de convivencia que puedan derivarse, ya que no estamos acostumbrados a convivir 24 horas con las mismas personas, hay que tener en cuenta las capacidades individuales y las facilidades de adaptación de algunas personas, es decir, la resiliencia”.
Según explica la experta, “igual que desarrollamos estrés postraumático derivado de un trastorno concreto, también existen personas que después de vivir estos procesos crecen y mejoran. Digamos que la situación traumática les ayuda a cambiar profundamente su manera de relacionarse con ellos mismos y su entorno. Este crecimiento postraumático y los cambios positivos que se derivan de él, no quiere decir que todo se vea de forma positiva, sino que con toda probabilidad extraeremos un gran aprendizaje de todo esto y saldremos más fortalecidos”. En definitiva, aclara, “sacaremos lecciones a nivel individual y social”.
A este respecto hay que tener en cuenta que, “existen personas más vulnerables que padecen trastornos mentales, de personalidad o incluso adicciones y que, inevitablemente a raíz del confinamiento, se intensificarán, por ejemplo, ante la dificultad de acceder a aquello a lo que eres adicto. Además, nuestra respuesta al estrés dependerá de los recursos materiales y sociales de los que dispongamos durante este periodo: el número de personas con las que convivimos y la relación que mantenemos con ellas, el espacio personal e íntimo, las zonas del hogar al aire libre, etc.”
Frente a las complicaciones que plantea esta situación inédita, Baños también recalca el apoyo que brindan las nuevas tecnologías ya que, exceptuando situaciones de mal uso, “sirven para acercarnos a nuestro entorno y eliminar barreras como la soledad o el distanciamiento social”. Ante estos cambios, conviene instaurar la rutina y la disciplina en todo lo que hacemos, pero con cierta mesura: la hora a la que sueña el despertador, los periodos de ejercicio y descanso, la alimentación, la relajación, etc.”. Pero estas recomendaciones también deber seguir un eje individual, no existen prescripciones generalizadas. Nadie mejor que uno mismo conoce los recursos que le ayudan a regular sus emociones. Solo hay que identificarlos y ponerlos en marcha”. Sin embargo, no podemos olvidarnos de que “lo que hoy es una crisis sanitaria, conducirá con toda probabilidad a una crisis económica que añadirá nuevos estresores, por lo que tendremos que seguir haciendo frente a nuevos problemas con un fuerte impacto sobre cada uno de nosotros”.