Nuestra respuesta inmunológica. ¿En qué consiste?

7 septiembre, 2020 AdminGadea

06/09/2020 – Dr. Juan García Puig

Todos los seres vivos –las plantas también – tenemos unos mecanismos de defensa, que en conjunto denominamos “sistema inmunológico”.

Es un sistema muy complejo, que vamos conociendo poco a poco cada día mejor. Para comprenderlo podemos equiparar nuestro sistema inmunológico al ejército de un castillo medieval (Fig. 3). Al igual que el hombre ideó una gran diversidad de “armas” para defenderse de posibles ataques (armas medievales: flechas, piedras, aceite hirviendo, catapultas, espadas, hachas, ballestas, alabardas, látigos, picas, catanas, cabezas de maza, ….) nuestro sistema inmunológico dispone de multitud de “mecanismos de defensa” que actúan de forma simultánea o secuencial, contra sustancias u organismos que ese sistema inmunológico considera hostiles para el huésped.

Una clasificación elemental divide la respuesta de nuestro sistema inmunológico en “humoral” y “celular” (Fig. 3). La respuesta “humoral” consiste, esencialmente, en la generación de anticuerpos. En cambio, la respuesta “celular” se basa, esencialmente, en la fagocitosis (proceso por el cual ciertas células capturan y destruyen elementos que se consideran nocivos).

 

La INMUNIDAD, en biología, es la resistencia natural o adquirida de algunos organismos frente a una determinada enfermedad o ante un agente infeccioso o tóxico. Conocemos al menos tres tipos de inmunidad (Fig. 4). La inmunidad innata es inespecífica (misma defensa ante cualquier elemento perjudicial) y es propia de niños y ancianos. Se basa en la captación por parte de ciertas células de defensa de las sustancias o microorganismos patógenos (fagocitosis) y no ofrece memoria inmunológica.

Por el contrario, la inmunidad adaptativa (Fig. 4) es específica (reacciona de forma diferente ante cada elemento perjudicial), es propia de jóvenes y adultos, y se basa, esencialmente en unas células llamadas linfocitos T y B.

La Fig. 5 resume la inmunidad adaptativa en 6 pasos secuenciales. Esta inmunidad se desarrolla gracias a unos glóbulos blancos (leucocitos) llamados linfocitos. Disponemos de linfocitos B, generadores de anticuerpos y de linfocitos T. Los linfocitos T son de tres clases (al menos): unos son citotóxicos (destruyen células “malas”, Killer-T cells), otros son ayudadores para generar anticuerpos (Helper-T cells), y otros linfocitos T tienen memoria (Memory-T cells). Los linfocitos de “memoria” recuerdan ataques anteriores y “avisan” ante posibles nuevas invasiones por sustancias o microorganismos perjudiciales para el sujeto.

La figura 6 resume, a muy grandes rasgos, lo que sabemos y no sabemos sobre la interacción de nuestro sistema inmunológico con el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19 (4-7).

En el punto 4 se destaca que no sabemos cuánto dura la inmunidad (protección) que ofrecen los anticuerpos, una vez superada la enfermedad (¿meses – años?). Por el conocimiento que tenemos de otros coronavirus, que producen en los humanos enfermedades similares a la gripe, sabemos que la inmunidad que producen es por un tiempo limitado.

Es posible, por tanto, que la inmunidad (protección) que desarrollamos ante el virus SARS-CoV-2 también sea por un tiempo limitado, a diferencia de otros virus como el de la polio o sarampión y a semejanza de los virus como los de la influenza que causan la gripe común. De ahí que debamos vacunarnos todos los años contra la “gripe estacional”. El hecho de que desde la primera descripción en diciembre 2019 (hace ya 10 meses) se hayan descrito algunos casos de reinfección por el SARS-CoV-2 en sujetos que han superado un primer episodio de Covid-19, pero que ni un solo caso haya sido de reinfección patológica causante de Covid-19 sino todos ellos asintomáticos, hace pensar que la inmunidad natural frente a la infeción por el SARS-CoV-2 puede no ser tan efímera.

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