José María Ordovás: “Un conocimiento de sus mecanismos y cómo traducir ese conocimiento a la medicina y a la vida diaria puede tener un gran impacto sobre nuestra salud y calidad de vida”.
Los investigadores estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young han sido distinguidos con el Premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre los mecanismos moleculares que regulan los ritmos circadianos.
“Los ritmos biológicos son oscilaciones biológicas periódicas en un organismo que tienen lugar en respuesta a cambios ambientales regulares. Un ejemplo evidente es el ritmo circadiano, es decir, de 24 horas, que viene marcado por la rotación de la tierra y por lo tanto por la luz y la oscuridad”, nos explica el doctor José María Ordovás, consejero de la Fundación Gadea por la Ciencia, catedrático de nutrición, pionero y uno de los mayores especialistas a nivel mundial en nutrigenética y nutrigenómica. “Biológicamente somos diferentes durante el día y la noche y los cambios que ocurren en nuestro organismo para que funcionemos de la manera más óptima durante estos ritmos diarios vienen determinados por los genes reloj, cuyo descubrimiento y caracterización son el motivo por lo que recibieron este año el premio nobel los galardonados”, añade.
Intrigados por conocer los engranajes de los relojes biológicos, Young, desde Nueva York, y Hall y Rosbash desde Boston, comenzaron a realizar experimentos con moscas de la fruta. “Los ritmos biológicos están presentes en todos los seres vivos, desde los más sencillos a los más complejos. Así que la utilización de un modelo barato (como la mosca de la fruta) que puede ser fácilmente manipulado en el laboratorio, con un periodo de vida mucho más corto y con un gran conocimiento de su genética, hace que la investigación se mueva más rápida y que el conocimiento generado pueda aplicarse a los humanos antes y mejor”, explica Ordovás.
Y, de hecho, fue gracias a esas investigaciones que en 1984 lograron identificar un gen que bautizaron como «period» y que sería clave para controlar adecuadamente los ritmos biológicos. Este gen codificaba una proteína (denominada PER) que se acumulaba en el citoplasma de las células durante la noche y que se degradaba durante el día. Estos descubrimientos dieron lugar años después a nuevos hallazgos, descubrieron nuevos genes reloj que forman parte de la base molecular de los ritmos circadianos y que, según su investigación, son los que permiten que las células funcionen de forma cíclica con cambios a lo largo de 24 horas. Lo que ha abierto un nuevo e importante campo de investigación para la biología y la medicina en este tiempo.
Aportación a la medicina
Este descubrimiento ha supuesto una importante aportación a la medicina ya que “explica los mecanismos celulares por los que nuestros órganos, nuestro cuerpo en general, funciona de manera diferente durante las horas del día o durante las estaciones del año”. Según este investigador de la Universidad de Tufts, en Boston, y original de Zaragoza, “la falta de sincronía entre nuestra biología y el ambiente que nos rodea (por ejemplo durante los vuelos transoceánicos y el jet lag)” se asocia a un aumento del riesgo “de enfermedades crónicas comunes como las cardiovasculares, las neurológicas, la obesidad, el cáncer, etc.” Además contribuye a conocer en “qué momento del día nos tenemos que tomar un fármaco para que tenga el mayor beneficio con la menor toxicidad”.
Para el catedrático, este premio “se concede a aspectos muy valiosos de la medicina y la fisiología y en este caso no es diferente”. En su opinión, los ritmos biológicos no han recibido la atención merecida “quizá porque son parte habitual de nuestros días y noches, pero por eso son también tan importantes” añade, y “un conocimiento de sus mecanismos y cómo traducir ese conocimiento a la medicina y a la vida diaria puede tener un gran impacto sobre nuestra salud y calidad de vida”.